Continúan los dimes y diretes de un lado de la oposición, a la que pertenezco. Está cierta mucha gente de que las votaciones del 2 de junio fueron un fraude. Me salí de varios grupos de Whatsapp en los que me habían incluido, cuando varios ciudadanos votamos a favor de Xóchitl Gálvez para que se la considerara candidata a la presidencia de la república. De repente, me asomaba a leer lo que escribían personas que no conocía y sigo sin conocer. El 3 de junio volví a echar un ojito a los comentarios y casi todos acusaban que irrumpió la mano negra en las elecciones. Que si una “sábana” de un distrito de 300 personas presentaba a 700 votantes de Morena, pero la realidad, como explicó Ciro Murayama, reside en que estos distritos abarcan a varios municipios. Que si el fraude lo habían arreglado unos cubanos especialistas en cibernética y en computación y alteraron el resultado de los votos. Que si la Coparmex (¡dioses!), pedía que se hiciera viral un manifiesto. Me encontré varias veces con los comentarios un Paco Vite, siempre atinados y señalaba las falsedades de la gigantesca falsificación de boletas y actas y de las notas falsas (lo acabo de seguir en Xuitter, es sociólogo). Empecé a meter mi cuchara y los del equipo del fraude me contestaron “que ni cómo ayudarme”. Me salí de todos los grupos, menos de uno, en el que se envían, generalmente, artículos y también participa Paco Vite. Poco tiempo tengo para husmear en ese “chat”, pero allí estoy.
Los votantes de las clases medias, tan vituperadas por López Obrador, y que se inclinaron por Morena, no dicen ni mu, e incluyo a académicos progres. A ellos no les importó la violencia reinante en el país, el desabasto de medicinas, el desorden económico del gobierno, los frecuentes casos de corrupción de los hijos del presidente, de la virtual gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, y todo lo demás que ustedes ya saben. De acuerdo con mi memoria política, ningún gobierno ha sido tan malo como el de López Obrador.
Anteayer, en León, escribo esto el martes 11, unos cinco miembros de la Guardia Nacional entraron a una casa, donde se encontraban cuatro mujeres y dos bebés. Salieron con una bolsa negra y, minutos después, penetraron unos sicarios armados y asesinaron a las cuatro mujeres y a los dos bebés. The horror!, como decía el renegado capitán de los Estados Unidos, encarnado por el grandioso Marlon Brando, en Apocalypse Now, (1979) película extraordinaria de Francis Ford Coppola sobre la guerra en Vietnam, cuya historia está basada en un texto de Joseph Conrad (1899). The horror también ocurre hoy, a mediados de los años 20 del siglo XXI, en México.
El escritor y periodista Héctor de Mauleón escribió que, de acuerdo con Luis Abarca, coordinador del Comité Digna Ochoa Chiapas, en Tila, al norte de Chiapas, “lo que hace medio siglo comenzó como un conflicto político y agrario, terminó convirtiéndose en una disputa detrás de la cual se encuentran los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación: se trata de una pugna por el control de rutas, del tráfico de drogas y de personas, de extorsiones al transporte y del cobro de piso a locatarios y comerciantes, quienes han denunciado cobros de entre 50 mil y 70 mil pesos mensuales.” (El Universal, 11 de junio, 2024). “Un total de 17 inmuebles fueron quemados y más de 21 vehículos vandalizados. Dentro de las ruinas de uno de los domicilios, el ejército encontró los cuerpos calcinados de dos personas” (de Mauleón, ídem.) La gente ha huido de su lugar, llorando, gritando y cargando con pocas pertenencias. Abandonaron a adultos mayores y a sus animalitos. Suplican al gobierno que los cobije y ni Rutilio Escandón, el gobernador de Chiapas, ni el gobierno federal protegen a los habitantes de Tila para que regresen a sus hogares.
Ante este horror, el presidente López Obrador explica que se trata de un enfrentamiento entre los mismos pobladores de Tila. Como opinó Tere Vale en un Tweet: “Ay caray, y por seguir en esto votaron 35 millones de mexicanos”.
Algunos críticos y comentaristas consideran que nuestra incipiente democracia, iniciada apenas con la creación del IFE, hoy INE, hace 33 años, por cierto impulsada por el presidente Ernesto Zedillo del PRI y muchos otros personajes de otros partidos y de miembros de la academia, recibe ahora una estocada, con las reformas que pretende el primer mandatario, un presidente que debería ser ya un “lame duck”, como se dice en inglés, un pato cojo, significado literal, que alude a su disminución de poder frente a la entrada de un nuevo, en este caso, nueva presidente. Pero López Obrador se aferra al poder. Insiste en detentarlo con la futura presidencia de Claudia Sheinbaum.
En la fotografía que hoy fue portada del diario Reforma, vemos a Andrés Manuel LO apergollando con un brazo a Claudia Sheinbaum y plantándole un beso en la mejilla, cuando la recibió ayer en Palacio Nacional para que hablarán de la transición de un gobierno a otro. La foto es reveladora de la convicción de que el que sigue y continuará mandando es él: “Aquí solo mis chicharrones truenan” parece indicarle el presidente a su “criatura”. También es una manera de acoso ese gesto, un “yo aquí soy el macho alfa y tú eres mi creación”.
Después del encuentro, Claudia Sheinbaum habló en el mismo lugar donde el presidente predica en sus Mañaneras. Tema principal de la plática que sostuvieron ella y AMLO residió en la reforma a la Constitución del Poder Judicial, que AMLO quiere imponer, haciendo que los jueces de la Suprema Corte sean escogidos por el inefable pueblo bueno y sabio, lo cual no sucede más que en Bolivia. Como se sabe, López Obrador quiere un poder judicial a modo, decir a los jueces qué va y qué no va, como hizo con Arturo Zaldívar, el indigno jurista que complacía las peticiones del inquilino de Palacio Nacional, cuando ocupó la presidencia de la Suprema Corte de Justicia. Andrés Manuel LO tiene tres ministras a su mandato: Loreta Ortiz, la plagiaria Yasmín Esquivel y la inepta Lenia Batres, pero desea más, mucho más, entre otras cosas, perdurar y continuar con el poder. Su partido, Morena, como ganón de las elecciones, quiere perpetuar un fraude mayúsculo (aquí sí se vale llamarlo fraude) mediante la sobrerrepresentación en el Congreso. La Constitución indica que puede haber solamente un 8%. Los morenistas y sus aliados obtuvieron un 54% del voto ciudadano para la Cámara de diputados. La SEGOB, que no debería meterse, dice que tendrán un 73% de los diputados. Claudia Sheinbaum no parece que dará fast track a esta reforma ni a las otras que conforman el plan C del presidente. La virtual presidenta propone consultar en todo el país para aceptar las modificaciones que a AMLO le urge imponer. Habló de un parlamento abierto, de que, en el caso del Poder Judicial, deberá discutirse en la barra de abogados y con otras instancias. En la Mañanera de hoy, el presidente le enmendó la página. Urgió a que se acepten sus reformas en la famosa ventana de septiembre.
Ojalá Sheinbaum tomara el timón para no quitar la autonomía al poder judicial ni al legislativo y que gobierne lo mejor posible. Ojalá que atienda el horror de la violencia y nos devuelva un sistema de Salud decente, aunque no sea como el de Dinamarca, entre otras muchas necesidades que LO desechó. Ojalá. De otra manera, el país entero acabará en el rancho de López Obrador que todos sabemos cómo se llama.
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