Hasta donde sé, el INE tiene por norma reclutar tres veces más de ciudadanos de los necesarios para fungir como funcionarios de casilla el día de la elección; es decir, si para esta contienda se requieren un millón 530 mil, el Instituto debió reclutar cuatro millones 590 mil.
De haber ocurrido lo anterior, no debiera inquietarnos que 616 mil ciudadanos hayan renunciado a su designación, como lo reporta en su edición de ayer el diario Reforma. Lo que debe ponernos en alerta son las razones para su dimisión.
Se podrían argumentar mil cosas: que si las campañas fueron estridentes, que hay apatía ciudadana o que temen a. Respecto de esto último, no les faltaría razón, cuando vemos la cantidad de crímenes políticos y renuncias de aspirantes por las amenazas recibidas.
Pero hay algo más de fondo y que viene cocinándose de tiempo atrás, según no revela el Informe 2023 de Latinobarómetro, el cual lleva por triste título “La recesión democrática en América Latina”. Como se imaginarán, el aprecio por la democracia en nuestro subcontinente va en declive, con honrosas excepciones como Costa Rica. Pero como diría mi abuela, “mal de muchos, consuelo de tontos”.
México, en general, presenta resultados por debajo de la media latinoamericana. De entrada, 61 por ciento de los mexicanos se declara insatisfecho con la democracia, porque al igual que en nuestros países hermanos “no se han producido los bienes políticos que demanda la población. Los principales bienes políticos son la igualdad ante la ley, la justicia, la dignidad y la justa distribución de la riqueza.” Y aquí es donde yo me pregunto: ¿es la democracia como principio a seguir o son los partidos que, cuando llegan al poder, se olvidan de tal principio?
Ya nos han gobernado los tres principales partidos y ninguno ha brindado avances significativos; a lo más, se ha disminuido un poco la pobreza a través de programas sociales con distinto nombre y propaganda durante cada sexenio, pero no se ha incrementado realmente la distribución de la riqueza. Tampoco han mejorado la procuración y la impartición de justicia, pues la impunidad y la violencia avanzan a todo lo que dan.
Y aquí es donde entran ustedes, señores, en su calidad de presidentes de las diversas organizaciones políticas. Dos terceras partes de los mexicanos considera que los partidos NO funcionan bien; para que se den una idea de la mala percepción que la población tiene de sus organizaciones, nada más les digo que esta visión negativa es 15 puntos más altos en México que el promedio latinoamericano.
De hecho, 58 por ciento de nuestros nacionales considera que la democracia puede funcionar sin partidos; ustedes me dirán que no es así, pero ante la ineficiencia de los partidos como gobierno, los mexicanos están más que menos dispuestos a tomar otras rutas: 56 por ciento de los encuestados declara que “no le importaría que un gobierno no democrático llegara al poder, si así se resuelven los problemas”.
En un régimen autoritario, solo hay espacio para uno —el que toma las decisiones— y algunos cuantos de sus cuates, ni siquiera habrá lugar para el partido mediante el cual ese mandatario haya llegado al poder. Porque un régimen autoritario, NO militar, es “anti-instituciones, anti-pluralista, contrario a las élites, intolerante con ciertos grupos de la sociedad, partidario de la democracia directa y hegemónica”. Solo habrá clientelas que de vez en cuanto serán tomadas en cuenta para medio “legitimar” una decisión en particular y, el resto del tiempo, serán ignoradas.
Como mencioné al principio, México no solo no es la excepción del declive democrático, sino uno de los casos más preocupantes. Por si les suena familiar, les comparto una de las conclusiones de Latinobarómetro: “Un tercio de los presidentes elegidos en América Latina desde que se inicia la transición han transgredido las reglas de la democracia. Cuentan más los personalismos, que terminan opacando a los partidos políticos. Esta debilidad conduce a la atomización del sistema de partidos y al desplome de su imagen y legitimidad.” Como ven, el autoritarismo no conviene, ni a ustedes ni a los ciudadanos.
El espacio se me acaba, así que un último comentario. La corrupción en muchos de sus miembros, la ineptitud en la gestión, la superficialidad para enfrentar los problemas del país y el mucho dinero que reciben, hacen que los partidos nos queden a deber.
Así que la próxima vez que alguno de ustedes tenga la brillante idea de pretender cambiar la ley electoral y al INE, primero mediten un poco. No es el procedimiento alrededor del voto el que está fallando, son ustedes que solo se ven el ombligo.
Colaboró: Upa Ruiz uparuiz@hotmail.com X: @upa_ruiz
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