Ya que el próximo domingo van a debatir sobre la seguridad en México, me permito compartirles algunos datos del reporte del Índice de Paz de México (IPM), elaborado por el Institute for Economics and Peace con cifras al 2023. El Instituto mide las condiciones de nuestro país desde hace nueve años, al igual que lo hace en otros países.
Lo interesante del IPM es que no solo se fija en la violencia y la intranquilidad social, sino también en los factores que favorecen la paz (Paz Positiva), mediante indicadores muy sofisticados y con datos duros.
La buena noticia es que nuestro país mejoró 1.4 por ciento en 2023, en comparación con 2022. Bien poquito, pero en fin. La cifra positiva obedece, principalmente, a la disminución de los homicidios dolosos (-5.3 por ciento) ocurridos en 2023, en comparación con 2022.
Esta última buena noticia es relativa, pues desde que se mide el IPM, el número de asesinatos pasó de 15.1 a 23.3 por cada 100 mil habitantes. Nada más les cuento que tal cantidad de muertes ubica a nuestro país en el décimocuarto lugar a nivel mundial.
No me extiendo sobre el tema de la violencia porque es tema frecuente en éste y en muchos otros espacios, pero sí quiero destacar que el chistesito nos cuesta 4.9 billones de pesos (millones de millones) al año; una quinta parte del PIB. Ese montón de billones equivale al presupuesto en educación multiplicado por cinco; ¿se imaginan todo lo que se podría hacer con esa cantidad de recursos?
Prefiero llamar su atención sobre los factores de la Paz Positiva en México (PPM), aquellos que contrarrestan la inseguridad en todos sus aspectos y sobre los que debería trabajar la próxima Administración Federal.
En paz positiva, México ocupa el sexto lugar en América Latina, pero el octagésimo sitio a nivel mundial. O sea, a media tabla.
Permítanme, señoras candidatas, contarles primero en cuáles indicadores ha progresado nuestro país; van los porcentajes entre paréntesis:
Telecomunicaciones y acceso a internet (+35.0), buenísimo, porque acerca a la población a la información y a la sociedad global. La mejoría en la igualdad de ingresos (+11) da buena nota y seguramente está relacionada con los programas sociales. También se ha fortalecido la igualdad de género (+11).
Y hasta ahí llegaron las buenas noticias.
En lo que respecta a “Actitudes e Instituciones”, la paz positiva detecta que desde 2016 “México ha sido testigo de una fuerte caída en el contexto de una fuerte polarización política”. O sea, los que no somos peje-lovers no estamos delirando; la tensión es real, se nota desde fuera y es medible.
La polarización sembrada en México rebasa las diferencias políticas, pues según el Instituto, “se ha descubierto que los grupos delictivos organizados explotan eficazmente las fisuras en el gobierno a nivel municipal, estatal y federal para aumentar su influencia. En cambio, las sociedades que pueden mantener un mayor grado de cohesión social y política están mejor equipadas para contener la violencia y fomentar la paz. Este ha sido en gran medida el caso de Yucatán.”
El Índice de Paz Positiva muestra que México ha sufrido un serio deterioro en apertura y transparencia del gobierno (-50), lo cual no es de extrañar con tanto expediente de contratos que está sellado y los ataques al INAI. En trato igualitario a los distintos segmentos de la población alcanza -32, muy relacionado con la polarización. En esperanza de vida saludable (-21), pues ya conocemos la fracasada historia del INSABI. Siguen por ahí el deterioro en la efectividad del gobierno (-19), Estado de Derecho (-6.6) y combate a la corrupción (-4.0).
¿Qué nos dicen todas estas cifras?
Que ha habido un deterioro severo en la institucionalidad del país. Y sin instituciones, no hay gobierno que pueda enfrentar el caos generado por el crimen organizado y otras fuerzas entrópicas de cualquier sociedad. Pero peor se va a poner si prospera la reforma al Poder Judicial, si no se echan abajo los cambios a la Ley de Amparo y si no se nombra a los sustitutos para las vacantes en los tribunales y organismos autónomos que son un contrapeso a la autoridad.
El daño ya es grave.
La centralización de las decisiones y del poder no es una buena idea; no lo digo solo por convicción democrática, sino por una realidad pragmática en el sentido de que no hay ni ha habido en el mundo un régimen autoritario que, acaparando todo el poder, haya dado buena respuesta a todas las situaciones.
No hay presidente centralizador que pueda gestionar adecuadamente a un país.
Hasta Atlas se cansó de sostener al Mundo y cuando lo soltó, no les platico la que se armó…
P.D. Como estas cifras no serán del agrado de Palacio Nacional, no me extrañaría que también acusen de corrupción al director del Institute for Economics and Peace y exhiban sus datos personales.
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