Opinión
Salvador Guerrero Chiprés

Rosa y guinda, hegemonía provisional

Si a decir de Herman Melville “la Divinidad está partida como el pan en la cena y nosotros somos cada uno de esos pedazos”, podríamos igualmente admitir que la noción de ciudadanía puede reivindicarse como trozos, rosa o guinda. Por decirlo así, son ilusiones ópticas de universalidad.

En Contingency, Hegemony, Universality, mi fallecido profesor Ernesto Laclau, sostiene que todo derecho de cualquier grupo particular, integrado por decenas de miles o por diez personas, políticamente, para su visibilidad en el conjunto de todos los actores, debe ser irremisiblemente presentado como un derecho universal: “la interpelación a lo universal es inevitable”.

Sea la marcha de ayer o la guinda del próximo cierre de campaña de las aventajadas Claudia Sheinbaum y Clara Brugada en la siguiente coloración del Zócalo, vemos una y otra vez la intención de conquistar al variable oleaje de la simpatía electoral.

La construcción cotidiana de la comunidad actuante en la vida pública solo provisionalmente puede reclamar la hegemonía política. Por ahora, los datos de estudios electorales y los de valoración política y económica indican el predominio de la continuidad y el respaldo a Morena en el 2024: el Presidente tiene apoyo mayoritario incluso en la presuntamente derechizada capital nacional y los mercados señalan confianza.

Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum/

Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum/

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La marea alta nos sujetará a sus mandatos el próximo 2 de junio. Dejará esclarecidas simpatías convertidas en mandatos de gobierno a favor de mayorías y minorías en sus respectivos contrapesos y equilibrios democráticos. Los datos de nueve de cada diez encuestas serias indican República Guinda tanto para el país como para la capital nacional. Eso no le resta legitimidad en su eventual trascendencia a los esfuerzos controversiales o no de Xóchitl Gálvez o de Santiago Taboada; solamente indicará su límite de poder.

En la década de los años 80 del siglo pasado, el panismo, cuando era adversario del PRI, sostenía una crítica enconada al uso de los colores de la bandera por parte de su aliado actual. Sostenían: se saca ventaja de la percepción del electorado mayoritariamente nacionalista.

Desde 1929, el naciente Partido Nacional Revolucionario tomó como insignia un círculo con tres franjas verticales de los mismos colores del estandarte mexicano. Con modificaciones, el emblema fue repetido por el Partido de la Revolución Mexicana y el Partido Revolucionario Institucional.

Tanto Plutarco Elías Calles como Lázaro Cárdenas identificaron el valor de utilizar los colores de la bandera y el concepto “revolución” en la identidad institucional del tricolor. Partido, gobierno y país eran un mismo ente.

A partir de su fundación en 1939, con Manuel Gómez Morín, el PAN fue el partido más incisivo por quitar al PRI el uso exclusivo de los colores de la bandera. La marcha rosa de ayer revela cuan transitorios son algunos modos de ver el mundo, también en la oposición actual. Ahora son muy críticos de la presidenta del INE, Guadalupe Taddei, quien manifestó desacuerdo con el uso de los colores institucionales por parte de la ciudadanía y los políticos opositores detrás de la marcha rosa.

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Desde la ciudadanía hay experiencias para asumirse incolora y combativa. La marcha blanca de 2004 es uno de los mejores ejemplos de manifestación sin la necesidad de asociarse con color alguno ni con partido. La demanda, entonces, de seguridad en todos los estratos encontró empatía en la conformación de organismos civiles —entre ellos el Consejo Ciudadano de la CDMX— promotores de mejores prácticas en seguridad.

Para las sucesoras del Presidente Andrés Manuel López Obrador y del Jefe de Gobierno, Martí Batres, la disputa por los pantones es menor que la oportunidad regalada por Melville, de nuevo, de reconocer valor en sus palabras: “lo que hace daño a la verdad es insistir en la implementación universal de sentimientos y opiniones pasajeras”.