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Miradas que perduran, imágenes de un México remoto
Los retratistas del México del siglo XIX son, un poco, como exploradores y naturalistas. Llegaron a este país atraídos por las historias de paisajes sorprendentes, ruinas asombrosas y sucesos insólitos, que cruzaban el mar e inflamaban la imaginación de los europeos sedientos de aventurasBertha Hernández -
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De la Huerta en Estados Unidos: de la política frustrada a las clases de canto
Transcurrió buena parte de 1924, y el otrora presidente interino de México, exiliado en la Unión Americana, soñaba con que la rebelión que finalmente encabezó, todavía tenía esperanzas: por eso mandó a Salvador Alvarado a morirse en Palenque, cuando ya no tenía ningún caso comisionar a un general de alto nivel para tratar de inyectarle oxígeno a la rebelión militar. Con algunos muertos en la conciencia, don Adolfo se resignó a vivir de su gran talento musicalBertha Hernández -
Los veinte meses del gobernador Felipe Carrillo Puerto
Tal vez, si el gobierno federal no hubiera declarado 2024 como “Año de Felipe Carrillo Puerto”, pocos recordarían al gobernante socialista del estado de Yucatán. Sus ideas progresistas se tradujeron en políticas que, en un estado donde la “casta divina” de los hacendados henequeneros libraba una guerra sorda contra la permanente resistencia de los pueblos mayas, se convirtieron en punto de conflicto. Las tensiones generadas por la rebelión delahuertista solamente produjeron el escenario ideal para que los enemigos del gobernador colaboraran en su caídaBertha Hernández -
La disputa por el poder: los muertos del delahuertismo
Adolfo de la Huerta no quería pasar a la historia como “un caudillejo” y, tampocoquería pensar mucho en las muertes que sus malquerientes políticos le achacarony que seguramente cargó en su conciencia para el resto de sus días. De algunamanera, los rivales del secretario de Hacienda convertido en sublevado teníanrazón: la ausencia de una dirección firme en la rebelión que estalló en diciembrede 1923, las ambiciones desmedidas y la violencia despiadada, tejieron una redmortal.Bertha Hernández -
La sombra estadunidense contra los rebeldes delahuertistas
El debilitamiento de la rebelión que, entre la duda y las presiones había asumido Adolfo de la Huerta en el invierno de 1923 se acrecentó en las primeras semanas de 1924. El futuro ya no era promisorio. Y las ambiciones personales de los sublevados empezaron a enrarecer el ambiente. Solo faltaba que los gringos empezaran a intervenir en el asunto, porque no querían más problemas en su frontera sur, y decidieron apostar por el gobierno de Álvaro Obregón.Bertha Hernández -
Pequeñas esperanzas y rápido declive: la rebelión delahuertista
De mala gana, Adolfo de la Huerta se dejó arrastrar por el círculo de políticos y militares que le exigían convertirse en el líder de una sublevación contra el gobierno obregonista. Se lo habían dicho muchas veces: enfrentar al poderío del Estado posrevolucionario no sería sencillo y el recuerdo de la vieja fraternidad entre él, Calles y Obregón, era solo eso, un recuerdo que no detendría la dura respuesta desde la ciudad de México. Por algunos días, el que había sido presidente interino y secretario de Hacienda se permitió soñar con la victoria.Bertha Hernández -
La hora de Adolfo de la Huerta: así inició la rebelión
Acaso no era personaje para los tiempos violentos que le tocó vivir. El torbellino que se desencadenó en el otoño de 1923 lo llevó a renunciar a la cartera de Hacienda, a distanciarse de Álvaro Obregón y de Plutarco Elías Calles, a aspirar a una candidatura presidencial independiente. Pero quienes lo rodeaban le hicieron ver que no eran tiempos de democracia, y que sus antiguos amigos estaban más que dispuestos a enviarlo al otro mundo si insistía en disentir. Por eso no le quedó otra que fugarse hacia adelanteBertha Hernández -
De la cacería a San Juan de Ulúa: el fin de Chucho el Roto
A aquel hombre, Jesús Arriaga, le apodaron “El Roto” por su habilidosa manera de disimular su oficio de ladrón de altos vuelos. Seguramente Arriaga no conoció las novelas de ladrones-caballeros que en algún momento estuvieron de moda en la Europa de fines del siglo XIX, porque tal vez se habría reconocido un poco: él también disimulaba su condición humilde bajo ropajes “adecuados” para internarse en el México donde había dinero para tener joyas, relojes y comer todos los días algo más que atole y tortillas. De ahí venía el sobrenombre con el que llegó, inevitablemente, a prisión.Bertha Hernández -
Sangre en la Plaza Mayor: crímenes y castigos ejemplares
Quizá el crimen más famoso de los trescientos años de orden virreinal fue el del comerciante Joaquín Dongo, en la Nueva España. En él, como en tantos otros, se esperaba que las sanciones disuadieran a cualquier otro desocupado a cometer actos ilícitos. Por eso, y porque convenía que a los virreyes se les temiera antes que respetarlos, los grandes castigos de aquellos días eran públicos y brutalesBertha Hernández -
Así cayó Chucho El Roto
En la historia de la delincuencia mexicana hay bandidos que han despertado el entusiasmo popular, generalmente por su habilidad para burlar a la autoridad. Uno de estos personajes, acaso de los más famosos, era aquel hombre que, debajo de la ropa de calidad y los zapatos lustrados, ocultaba su habilidad para el robo, sustentada más en la maña que en la fuerza. Pero, en algún momento, se le tenía que acabar la suerte…Bertha Hernández -
Escape hacia el exilio: una aventura crucial de Martín Luis Guzmán
En noviembre de 1923, Adolfo de la Huerta había aceptado la candidatura presidencial del Partido Cooperatista. La persecución política se desató. Sabía De la Huerta que el general Guadalupe Sánchez, jefe de operaciones militares en Veracruz, estaba dispuesto a iniciar una rebelión armada en su favor, y salió de la ciudad de México en busca de su destino. Así, detonó la fuga del diputado y periodista que había sido su decidido partidarioBertha Hernández -
México, 1923: historia del escape y exilio de Martín Luis Guzmán
Hace exactamente un siglo, una familia mexicana abandonaba su patria, librando apenas la sombra de la muerte. Enrarecida estaba la vida pública: la rebelión delahuertista era ya una realidad, pero en esa, la gran narrativa de la historia política, hay muchos personajes que se juegan la vida, la integridad de su familia, el poco o mucho patrimonio que poseyera. Las iras del poder político no eran cosa menor en la agitada Navidad de hace cien añosBertha Hernández -
Más historias y aventuras de la máquina de escribir
El padre del futurismo, Filippo Tomasso Marinetti, soñaba, en los albores del siglo XX, con el inicio del “reino mecánico” después del reino animal, humanos incluidos. Ese reinado de lo mecánico pasaba por los autos veloces y aerodinámicos, por una nueva forma de declamar poesía, adoptando gestos y movimientos acelerados y trepidantes y, finalmente, “que el hombre se identificara con la máquina misma, liberándolo del trabajo muscular”. Naturalmente, todos esos insólitos objetivos también pasaban por las teclas de la máquina de escribir, que en tierra mexicana inspiró novelas, poemas y hasta cuentos infantilesBertha Hernández -
Ticlí-Ticlá: Historias de la máquina de escribir
Como tantos otros artefactos que llegaron a cambiarnos la vida, la máquina de escribir fue objeto de recelos, desconfianzas y entusiasmos. En algunos casos, el arte de escribir a máquina cambió la vida de algunos personajes, y en otros fue el pretexto para que algunos ciudadanos comunes y corrientes se volvieran parte de la historia política. Otros vieron en estos artefactos el progreso, la maravilla y la modernidad, e incluso, hallaron una resonancia poética en el sonido de sus teclasBertha Hernández -
Desapariciones forzadas: nadie supo nada del diputado Pastelín
En la oscura historia de la Decena Trágica y el régimen de Victoriano Huerta hay todavía crímenes sin resolver. Tal es el caso de un joven oaxaqueño, diputado suplente, decidido a unirse a la rebelión armada que se fraguaba en el norte. La oleada de violencia política intentó desaparecer su memoria. Fueron muchas las voces que señalaban al médico Aureliano Urrutia como el artífice del huracán que se llevó al legisladorBertha Hernández -
Los vientos revolucionarios inventan la Avenida 20 de Noviembre
Los revolucionarios, como todos los anteriores gobernantes de la ciudad de México y del país, querían dejar una huella duradera, más allá de los discursos. Compartían la convicción de que, lo que funcionaba en la capital, se podía replicar en el resto del territorio. Así, emprendieron obras públicas grandes y costosas, pero que expresaban una voluntad de cambio que no dejaba de ser política. Pero los símbolos eran importantes, y la nueva modernidad tenía que expresarse en las calles donde se alojaba el poderBertha Hernández -
El Centro Escolar Revolución y las utopías de sus constructores
¿Puede una escuela dar cuenta de las ilusiones de un país? Mucho antes de que los historiadores empezáramos a emplear la palabra “resignificar”, en el México de los años 30 del siglo pasado algo ocurrió en los terrenos ocupados por la peor prisión de la capital del país. Se necesitaban nuevos planteles, es cierto. Pero también se trataba de ahuyentar a algunos de los peores fantasmas del pasado porfirianoBertha Hernández -
Los crímenes del huertismo: el asesinato del diputado Adolfo C. Gurrión
Después del ascenso al poder de Victoriano Huerta, el crimen político ensombreció a México. No hay un cálculo preciso de cuántos involucrados en la vida pública del país perecieron por haberse atrevido a levantar la voz y denunciar la forma ilegítima en que el antiguo general porfiriano se había hecho con la presidencia de la República, pasando por encima, incluso, de los promotores iniciales del cuartelazo. En aquella cadena de violencia hubo de todo, secuestros, encarcelamientos, fusilamientos. Todas las herramientas de la muerte fueron utilizadas.Bertha Hernández