Cultura

Discurso de ingreso de Rufino Tamayo a El Colegio Nacional (fragmento)

Con motivo del aniversario de su nacimiento, El Colegio Nacional comparte con nuestros lectores un fragmento de su discurso, que pronunció a los 92 años

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Rufino Tamayo fue miembro de El Colegio Nacional.

Rufino Tamayo fue miembro de El Colegio Nacional.

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Un 25 de agosto, pero 1899, nació el pintor Rufino Tamayo, uno de los grandes maestros del arte moderno en México y figura influyente en la cultura del siglo XX. Para conmemorar esta efeméride, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, que leyó en 1991, a la edad de 92 años. En su lección inaugural, Tamayo destacó su compromiso con la cultura y la importancia de la experiencia y la madurez en el ámbito artístico. Tamayo fue el integrante más longevo en ingresar a esta institución, recordándonos que la edad no es un obstáculo, sino una fuente de sabiduría y enriquecimiento cultural.

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Celebro vivamente que las puertas de El Colegio Nacional se abran el día de hoy a hombres cuya experiencia sirve a nuestra cultura, precisamente porque han superado con vida y trabajo ese límite de la edad que antes se las cerraba. Esta excepcional circunstancia otorga un significado particular al hecho de pertenecer a esta comunidad intelectual en el presente momento de mi larga vida pictórica.

Esta consideración me honra, como me honra recordar que entre los fundadores de esta comunidad que congrega la universalidad del saber, Diego Rivera y José Clemente Orozco representaron, hace casi medio siglo, a la pintura, y que a mí me toca representarla ahora.

Por mi lado puedo afirmar que mi trabajo ha sido guiado siempre por la convicción de que el arte, cuando verdaderamente lo es, consiste en una manifestación absoluta de la libertad de expresión. Expresa la libertad de quien lo hace y propone la libertad a quien lo contempla, el libre juego de sus impulsos y sentimientos más íntimos. Nunca es una visión única y cerrada impuesta al espectador, sino nuevas ventanas a su sensibilidad y a su imaginación. Para el artista, no puede ser otra cosa que un mundo por explorar y un conjunto de problemas siempre nuevos. Desde muy joven viví la disyuntiva entre seguir un camino marcado o buscarme a mí mismo en senderos desconocidos y tal vez de difícil acceso o frutos estériles. Preferí experimentar porque estaba convencido de que la ruta académica, la de reproducir con exactitud la realidad, no podía corresponder a la naturaleza del arte, que no consiste en mostrar la apariencia sino la esencia de las cosas. Cómo se ha de capturar esa esencia, es algo incierto, depende de la sensibilidad, del espíritu y el trabajo década individuo.

Retrato de Rufino Tamayo, por El Colegio Nacional.

Retrato de Rufino Tamayo, por El Colegio Nacional.

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El encuentro de sí mismo al que debe aspirar todo artista en sus inicios nace entonces de la rebeldía, de la insatisfacción con lo dado y, sobre todo, con el destino que nos imponen la sociedad y los mayores.

Un pintor responde con cada cuadro a la pregunta: ¿qué es la pintura? Su respuesta puede ser una, pero sus formas son muchas, porque la respuesta puede ser tan vasta o tan rica que una vida no es suficiente para acabar de demostrarla.

Esto no hubiera ocurrido sin la posibilidad de encontrar cada vez nuevos problemas que resolver, dificultades que superar para dar una forma más acabada a mi idea de la pintura.

Con frecuencia se habla del mundo de un pintor. Yo creo que ese mundo es un mundo de todos, extraído de la realidad, pero sentido y revelado por primera vez por el pintor. Sólo en esta acepción limitada usamos la palabra creación. Creamos mundos, y esos mundos pueden aspirar a ser autónomos, a ser entendidos por su orden propio y sus propias leyes, pero nunca dejan de ser metáforas de nuestra realidad. Metáforas, no reflejos o copias. Por eso los objetos y los seres que miramos todos los días pueden habitar esos mundos diferentes, ser parte de ellos.

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"El tiempo y sus mastines", de Vicente Quirarte

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Vicente Quirarte cumplió 70 años el 19 de julio.

La pintura obedece a ese modo de sensibilidad o pensamiento que llamamos poético, por contraposición al que podemos designar ideológico.

No juzgamos el valor de una pintura por su tema o sus ideas, sino por sus cualidades plásticas y su capacidad para significar en el orden de lo poético.

La comunicación poética exige al espectador una actitud creadora y el ejercicio de su libertad interpretativa lo pone en contacto con la complejidad de nuestro mundo y con la necesidad de la mirada profunda y comprehensiva, sensible a la belleza y al gozo de las cosas. Por eso una de las funciones esenciales de la pintura es proveer a la vida humana de una atmósfera poética.

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Discurso de ingreso de Octavio Paz a El Colegio Nacional (Fragmento)

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Octavio Paz falleció el 19 de abril de 1998.

Son las soluciones plásticas, las cualidades pictóricas, las que producen la poesía de un cuadro, su condición de objeto sugerente y evocador. Yo he procurado llamar la atención con mi obra sobre la necesidad de reivindicar las cualidades puras de la pintura como el sustento principal de su valor y su significación.

El arte nos provee de nuevas visiones de la realidad y ejercita así nuestra imaginación y nuestra comprensión, tantas veces ansiada, de nuestro papel en el mundo. Nos permite entender qué somos y, sobre todo, qué podemos llegar a ser de acuerdo con nuestra naturaleza. Un arte al servicio del hombre es aquel que le da ojos y manos cada vez más sensibles y el que le procura la posibilidad de una vida plenamente humana. Ha ido surgiendo un tipo humano regido por la tecnología, obsedido por las cosas, afanoso de situarse en la punta de las innovaciones y de un mal entendido bienestar.

Hoy, nuestros mismos inventos, nuestros grandes avances técnicos y científicos, son los brazos de la irracionalidad, la crueldad, la soberbia y el crimen. Más aún, la perversidad y el absurdo tienen hoy excelsos modos de expresión. Nunca como ahora las ideologías, esgrimidas con un grado de inmoralidad que asombra, habían podido ser tan fatuas y terribles.

En El Colegio Nacional, Tamayo difundió las artes plásticas.

En El Colegio Nacional, Tamayo difundió las artes plásticas.

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Muchos hombres, muchos proyectos de vida individual, perecen hoy en el juego de las amenazas, las traiciones y esas acciones criminales que muchos se empeñan en llamar guerra. Y esa tragedia que nos afecta a todos, hace apenas algunos meses se ocultaba y se amenazaba con extenderla, materialmente, al planeta y al resto de la humanidad.

El hombre cuenta con muchos terrenos donde explorar. El arte es uno de ellos. Es el terreno de lo instintivo, de las sensaciones, de aquello que muchas veces es más profundo en nosotros que nuestra opinión o nuestras ideas. Ha terminado una era de cambios radicales y experimentos que con frecuencia derivaron hacia expresiones meramente intelectuales.

Hoy estamos ante la necesidad de volver al humanismo, de combatir la deshumanización provocada por la técnica, inflexibilidad de las ideologías y el exceso de nacionalismo, fenómenos que han invadido las propias manifestaciones artísticas.

Para mí, esta realidad ha sido clara desde el término de la Segunda Guerra Mundial, cuando se hizo evidente la urgencia de que los artistas reflexionáramos 22 sobre las consecuencias de los cambios inherentes al inicio de una nueva era. El arte debe reflejar los cambios originados por la ciencia y el desarrollo tecnológico, precisamente porque debe continuar su evolución, y su evolución es la del hombre y sus problemas.

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Recordando a Manuel Sandoval Vallarta

Luis Felipe Rodríguez Jorge*
Manuel Sandoval Vallarta.

Mi pintura está habitada por las formas de nuestro mundo visible y, como centro de ellas, por el hombre. Naturalmente, esa presencia de las cosas en mis cuadros no es a través de la copia sino de la deformación o transfiguración poética encaminada a mostrar su esencia. Sólo así mi lenguaje plástico habla del mundo: dirigiéndose a los sentidos y buscando resonancias en la imaginación del espectador.

Las horas críticas colocan al hombre en el centro de todo y es entonces cuando un arte de esta tendencia, que persigue la universalidad, hace más palpable su razón de ser.

El pintor no puede ser ajeno a la política ni a la transformación de la sociedad. El realismo abarca también estas realidades. En lo que a mí concierne, no he creído que esta preocupación por la dimensión humana deba ceñirse a las dimensiones del cuadro. El artista, como cualquier ciudadano, debe participar vivamente en el desarrollo de la sociedad a la que pertenece.

Una de las mayores satisfacciones que he recibido de la pintura es la posibilidad de compartir con mis semejantes los bienes que ha traído a mi vida. No menos que la ilusión de realizar una obra que signifique a los demás en el orden del espíritu, durante estos años me ha alimentado, junto con mi esposa, la de convertir nuestros esfuerzos en objetos tangibles, concretos, de cultura para todos y de bienestar para quienes lo necesitan.

Por ello, nos cabe el gusto de haber ideado y realizado obras sociales que se traducen, aquí y ahora, en beneficios para una comunidad particular y concreta, la nuestra.

Creo en el oficio, en el paciente cultivo de las facultades y la técnica, pero también en la pintura como una forma de felicidad, como un instrumento para la vida y un acto diario como caminar o comer. Es algo que, ejecutado por la libertad, libera. Y lo hace porque es una forma de conocer, un acto de comprensión. Hoy, para mí, una prueba de sus aspiraciones universales y de su infinita capacidad de comunicación y de relación con todo lo humano, es este acto que me integra, significativamente, a esta alta comunidad del saber de México.

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