Después de un ligero retraso en su estreno, llega la nueva cinta del ya reconocido director italiano Luca Guadagnino (Llámame por tu nombre, 2017; Hasta los huesos, 2022), titulada Desafiantes, que se erige no solo como una exploración del mundo del tenis profesional, sino como una analogía profunda se este deporte que es llevada hacia las complejidades de las relaciones de poder humanas que trascienden las líneas de la cancha.
La trama sigue los pasos de Tashi (Zendaya, que también produce el filme), una exjugadora que ahora se desempeña como entrenadora de su esposo Art Donaldson (Mike Faist). Buscando revitalizar la carrera de su pareja para transformarlo en un campeón de Grand Slam, lo inscribe en un torneo Challenger para retomar su confianza.
Sin embargo, no todo sale como se espera pues ambos se enfrentarán a un viejo conocido, Patrick Zweig (Josh O’Connor) en un encuentro que desencadena una serie de eventos que irán de lado a lado de la duela de la vida, probando la habilidad de Art en la cancha mientras se desmenuza un triángulo amoroso lleno de poder y emociones intensas que rodean a este deporte de alto rendimiento.
Zendaya vuelve como una de las protagonistas de este atrabancado relato al lado de otros dos jóvenes talentosos, Josh O’Connor y Mike Faist, creando una tercia de actuaciones convincentes que sumergen al espectador en las profundidades emocionales de la amistad, el amor y hasta el sexo sin perder de vista lo que sucede en la cancha.
Aunque Zendaya brilla con su actuación de mujer dominante, por momentos el desarrollo de su personaje no termina de tener sentido, especialmente en su faceta de entrenadora, recordando que en varios de sus papeles tiende a interpretar a una joven adulta con alguna complicación existencial.
En cuanto a O’Connor y Faist, ambos desarrollan una química con una carga homoerótica bastante pesada que los lleva a ser amigos y rivales, siempre buscando ganar el último punto de su respectivo juego de vida. Hay momentos en que ambos sacan chispas y, en algunas secuencias, llevan hasta un límite esa tensión sexual evidente, misma que al estar los tres juntos en escena logra buenos momentos que contribuyen a la riqueza de la narrativa.
Sin embargo, la estructura de la película, que juega con la cronología de los eventos, es tanto una fortaleza como una debilidad. Si bien esta elección estilística añade una capa adicional de intriga y profundidad, también puede confundir al espectador y dificultar la comprensión completa de la trama en su conjunto.
Los saltos en el tiempo pueden resultar desconcertantes, especialmente para aquellos que buscan una historia lineal y directa. Sin embargo, para aquellos dispuestos a sumergirse en la complejidad de lo que narra, esta estructura ofrece una interesante mirada que busca transmitir la sensación de estar todo el tiempo metido dentro de una cancha de tenis donde la pelota está siempre en el aire aunque no de las mejores maneras.
La música, compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross, cumple y demuestra que ambos músicos tienen una gran calidad, pues por momentos esa partitura establece una atmósfera tensa que complementa perfectamente la acción en pantalla.
El problema es que, en ocasiones, las transiciones abruptas entre las piezas musicales pueden interrumpir el flujo narrativo, impidiendo que el espectador se sumerja completamente en la complejidad emocional de la trama o incluso sintiéndose como algo forzado ante la incapacidad de crear tensión por las acciones y encontronazos de los mismos protagonistas.
Un aspecto muy destacado es, sin duda, la fotografía, a cargo de Sayombhu Mukdeeprom. A través de su habilidad para capturar la intensidad de los momentos clave en la cancha de tenis, Mukdeeprom transporta al espectador al corazón de la acción, creando cierta sensación de dinamismo necesaria para el ritmo de un partido de tenis. A pesar de que la cinta mayormente está ambientada en 2019, logra transmitir una sensación atemporal que por momentos es bastante frenética.
El maquillaje y el vestuario desempeñan un papel crucial en la caracterización de los personajes, destacando los contrastes entre sus diferentes etapas de vida. Desde la juventud hasta la sofisticación asociada con el mundo del tenis profesional, estos elementos contribuyen a describir muy bien las personalidad de cada uno, tanto del ‘Hielo y Fuego’ de Zweig y Donaldson, como de la autoridad de Tashi.
En última instancia, Desafiantes trasciende el género deportivo para explorar temas como el amor, la ambición y la pasión. A través de una triada acelerada y el enfoque que el guión hace en las relaciones humanas, la película ofrece un relato disparejo que desafía las convenciones usando al deporte como una metáfora del juego entre tres que a veces peca de excesos en la dirección.
Aunque algunas inconsistencias en la actuación y la narrativa podrían haberse abordado para lograr un impacto aún mayor, Desafiantes sigue siendo una obra intrigante que invita a reflexionar sobre las complejidades del deporte y la vida misma.
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