Un tipo “necio” al que no le gustaba que le dijeran cómo hacer sus películas. Así se describía este viernes el legendario George Lucas en Cannes, perteneciente a una generación de realizadores que transformó Hollywood porque, a diferencia de los estudios, a ellos no les importaba el dinero.
“Para ser honestos, no estábamos interesados en hacer dinero, estábamos interesados en hacer películas, era la gran diferencia”, explicó sobre la época en la que un “grupo de amigos” -él, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg, entre otros- se abrían paso a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, a fuerza de pasión por el cine y pese a los noes de la industria.
A sus 80 años y retirado desde hace una década, el creador de Star Wars (La guerra de las galaxias) es uno de los grandes invitados de la edición 77 del Festival de Cannes, que mañana le entregará una la Palma de Oro de Honor durante la ceremonia de clausura del certamen.
El sentimiento que tiene es “nostálgico, pero es un gran honor”, dijo, porque a pesar de contar con “muchos fans”, él no ha hecho “la clase de películas que ganan premios”, según expresó este viernes en una charla pública en la que, en conversación con el periodista francés Didier Allouch, repasó toda su carrera.
Lucas venía de una “pequeña ciudad del centro de California” (Modesto) en la que solo había dos cines -tenía que conducir hasta San Francisco para ver las películas artísticas que le interesaban-, y no le había ido muy bien en el instituto.
Llegó a la universidad en un momento en el que apenas había escuelas de cine y empezó a estudiar la rama de la fotografía tras haber renunciado, según rememoró, a su pasión por las carreras de coches que luego plasmó en American Graffiti (1973).
“Mi primer pensamiento fue ‘quiero hacer eso, carreras’”, compartió en Cannes, pero su sueño se truncó con un grave accidente a una semana de terminar el instituto.
“Ahí es cuando me di cuenta -señaló- de que no era tan buen conductor y, en las carreras, si no eres bueno, es mejor dejarlo”.
Pero el realizador habló sobre todo de cine y de cómo peleó para lograr terminar sus primeras películas, incluidas las de Star Wars, y sin renunciar a hacerlas como él quería.
Una buena muestra fue American Graffiti (1973), un filme sobre el que en la primera previsualización le dijeron que era “horrible” y que no daba la talla para ser mostrada en los cines, a pesar de que en las butacas el público se volvía loco con ella como si estuvieran en un concierto de rock.
A base de persistencia, el factor que él considera más importante en su carrera, acabó logrando que subiera a la cartelera y solo el primer fin de semana consiguió una taquilla de 25 millones de dólares, un grandísimo éxito en la época. Luego “se quedó en los cines por un año”, recordó.
“La gente que fundó Hollywood y los estudios se estaban retirando porque eran los sesenta. Se estaban yendo y los estudios estaban siendo comprados por empresas como Coca-Cola”, evocó, y como no sabían cómo hacer películas empezaron a contratar a los jóvenes apasionados que empezaban a salir de las escuelas de cine. “Poco sabían ellos…”, bromeó.
El éxito de American Graffiti le abrió las puertas para hacer otra historia que tenía en cartera: una odisea espacial fantástica que no solo se convertiría en historia del cine, sino en parte de la vida de legiones de admiradores en todo el mundo.
“Es una película para niños, siempre ha sido una película para niños”, puntualizó Lucas, tras haber recordado como él mismo y su abogado redactaron un contrato visionario que les permitió quedarse con los derechos de las licencias para productos de promoción.
Era algo que no se hacía entonces, explicó, porque se tardaba más en hacer un juguete que una película y los estudios ni siquiera pensaban en ello.
Pero en Star Wars no solo se convirtió en una mina de oro. Los carteles y camisetas que su equipo se dedicó a repartir por convenciones de admiradores de la ciencia ficción (por ejemplo, de Star Trek), fueron cruciales para el éxito de la saga, ya que el estudio (20th Century Fox) apenas la promocionó.
Sobre la venta de su compañía, Lucasfilm, a Disney en 2012, el realizador habló sin remordimientos aunque en las nuevas películas de Star Wars se hayan perdido algunas de sus ideas originales: “Es lo que pasa cuando lo dejas ir, si renuncias a ello, renuncias y punto”.
También habló sobre su faceta como productor -en filmes como la saga Indiana Jones o Kagemusha (Akira Kurosawa)- y de su primer paso por Cannes, con THX 1138 (en 1971, en la Quincena de Realizadores). Fue un viaje costeado de su propio bolsillo, recordó, en el que se perdió su propia rueda de prensa porque nadie le contó que tenía una programada.
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