Escenario

‘The shrouds’: El arte que nace junto a la tumba

CORTE Y QUEDA EN CANNES. El nuevo filme de David Cronenberg, que compite por la Palma de Oro, es una forma de sublimar el duelo tras la muerte de su esposa en el 2017

Un anciano yace en su lecho de muerte, junto a él, su hijo vela su sueño.
Fotograma de 'The Shrouds'. Fotograma de 'The Shrouds'. (CORTESIA Festival de Cannes)

Las primeras obras artísticas surgen por un sentimiento de pérdida o protesta contra la muerte y tenían como objetivo recrear la imagen del difunto a través de la pintura o la escultura; restaurar su semejanza, al menos como representación.

Postrado por el dolor tras la muerte de su esposa en 2017, David Cronenberg dijo en varias entrevistas que cuando vio su ataúd descendiendo a la tierra su único deseo era aventarse con él para que no estuviera sola.

En The shrouds (Mortajas) hace simbólicamente eso. Cronenberg recurre al cine para sublimar el duelo. Ateo convencido, el pionero del horror corporal, siempre ha dicho que “la existencia comienza y termina con el cuerpo”. El cineasta lleva a su extensión lógica esta afirmación en la película.

Dirigida y escrita por el canadiense, The shrouds retrata su propio proceso de duelo. Sin el consuelo de un “más allá” donde, eventualmente se reuniría con la amada, Cronenberg ve a la tecnología como un sistema que sustituye racionalmente las certezas de la fe.

Vincent Cassell interpreta a Karsh (lo más cercano que ha tenido Cronenberg a un alter-ego), un exitoso hombre de negocios en Toronto. Karsh apenas comienza a recuperase del fallecimiento de su esposa Becca (Diane Kruger), cuatro años atrás. Lo que lo ha ayudado a superar el dolor es una nueva tecnología que convierte a la mortaja en un aparato que escanea imágenes tridimensionales del cadáver que se va descomponiendo bajo tierra.

En el cementerio del que también es dueño Karsh, hay un área para los clientes que no quieren un sepulcro religioso donde las lápidas tienen una pantalla que les permite entrar a la aplicación “Shroud Cam” y monitorear el cuerpo de su ser querido. Karsh lo hace varias veces al día, lo que repele a Terry, hermana gemela de Becca (también interpretada por Kruger).

En esas anda cuando el cementerio es vandalizado y piratas informáticos bloquean el acceso a los vídeos de los fallecidos. Aquí la trama parece desviarse hacia un thriller en el que toda clase de posibilidades se abren. ¿Los hechos son en respuesta a las protestas de grupos religiosos que piensan que la tecnología de Karsh es sacrílega? ¿Podría el oncólogo y ex amante de Becca estar involucrado? La verdad, no importa.

Tratar de encontrar la razón para el ataque responde a cuestiones como la búsqueda que todos hacemos de los motivos por los cuales la mala suerte nos tocó. Pensar que se puede encontrar una explicación racional a la muerte es preferible a aceptar que fuimos “elegidos” simplemente por azar. Además, la investigación hace que Karsh se involucre en asuntos terrenales. Hay hasta la sugerencia de una conspiración de los gobiernos rusos y chinos para atacar a Occidente.

The shrouds no es un regreso al horror corporal de las anteriores películas de Cronenberg, pero hay temas que se repiten en su obra como la excitación sexual con medios no convencionales, el doble, y la mutilación.

Por ejemplo, el filme nos muestra en detalle, el cuerpo agobiado de la esposa a medida que el cáncer va invadiendo zonas más allá del seno donde le comenzó. Significativamente, el deseo sexual de Karsh no disminuye ante los cambios que sufre su esposa, sino al contrario.

Desde Videodrome (1983), Cronenberg anticipó la fusión de lo humano con la tecnología creando una especie de nueva piel. Con las imágenes de la descomposición de su cuerpo, Karsh siente que sigue “tocando” a la esposa.

En su expresión más simplista el cine de Cronenberg se puede ver como una danza entre Eros y Tanatos, pero The shrouds es una especie de catarsis que le permite reconciliarse al fin con la muerte en un universo sin Dios.

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