No cabe duda de que Frank Marshall es uno de los nombres más importantes dentro de Hollywood. Como productor, haciendo usualmente dupla con Kathleen Kennedy, tiene títulos que van desde Cazadores del Arca Perdida (1981) hasta El Sexto Sentido (1999) y Sully (2016). Ha trabajado al lado de realizadores de la talla de Steven Spielberg, Robert Zemeckis, M. Night Shyamalan y Clint Eastwood. Pero es en su más reciente faceta como documentalista que el oriundo de Glendale, California ha mostrado una pasión interesante.
Claro que no olvidamos sus aportaciones anteriores en el cine de entretenimiento, como la cinta de terror de culto por excelencia sobre el pavor a las arañas (Aracnofobia, 1990) o su historia de supervivencia canina al lado de Paul Walker (Rescate en la Antártida, 2006). Pero su amor por la música mezclado con las ganas de hacer historias han entregado piezas como Jazz Fest: A New Orleans story (2022) o The Bee Gees: How can you mend a broken heart (2020) donde Marshall decide dar a conocer o ahondar más en esa industria y su relevancia.
Con The Beach Boys, estreno de la plataforma Disney+, el realizador se acompaña de Thom Zimmy para contar la más completa historia de una banda histórica compuesta por los hermanos Wilson, su primo y un buen amigo, que fueron toda una sensación a principios de la agitada década de los 60. Gracias a sus temas y su buena vibra, los chicos eran la representación perfecta del sueño americano al más puro estilo californiano, una imagen que no pudieron sacudirse de encima que terminó siendo su don y su maldición.
A través de un viaje de dos horas, Marshall explora la creación, el ascenso, la caída y el reencuentro de la legendaria banda que cuenta con éxitos que forman parte de la banda sonora de muchas vidas. Desde “Surfin’ USA” hasta “I get around” y a través de testimonios de viva voz de Mike Love, Al Jardine y la triada de hermanos Brian, Carl y Dennis Wilson, se va tejiendo la armonía detrás de estos muchachos que salidos del condado de Hawthorne, California tomaron la música surf y su movimiento contracultural como la bandera de éxito que les abriría el paso en el mundo de la música.
El cineasta utiliza un buen montaje de material de archivo y grabaciones recientes con los miembros que quedan vivos de la agrupación para ofrecer un panorama sobre la banda que no ahonda en las cuestiones personales de cada uno, sino en el factor de los Beach Boys como una historia de familia que pasó de la armonía perfecta a cierta disfuncionalidad. Esa es la clave de este proyecto que se enfoca meramente en esa sinergia del quinteto original que saltó a la fama en 1961 y las diversas facetas que fueron encarnando.
Convertidos en el estandarte del sueño americano, los Beach Boys contaban con un genio en la producción, Brian Wilson, cuya genialidad otorgó grandes momentos a la banda pero también tragos amargos. Evadiendo la vida personal del primer líder de la agrupación, Marshall le da peso al bosquejo de las composiciones, la lírica y los arreglos que hicieron de esta agrupación un fenómeno en su momento, siendo de las pocas bandas de rock que sonaban idéntico en el disco y en vivo.
Asimismo, no teme en mostrar los momentos más complicados y de tensión que la banda tuvo, los problemas que Brian tenía al irse de gira, así como la presencia del padre de los chicos, Murry, que terminó por ser decisiva en el final amargo del quinteto de California, todo esto mientras los tiempos cambiaban y el sueño americano se convertía en una pesadilla con la llegada de la Guerra de Vietnam y la psicodelia del amor y paz.
Incluso, Marshall pone a los Beach Boys en una competencia directa con los Beatles, ofreciendo una interesante hipótesis de cómo esa peculiar “rivalidad” musical los empujó a crear proyectos más interesantes entre sí, llevando a Brian Wilson a cambiar la percepción de su música que lo llevaría a crear uno de los mejores álbumes de la historia del rock y, para muchos, el mejor de los californianos, Pet Sounds, que lamentablemente fue incomprendido en Estados Unidos pero muy bien recibido en Inglaterra.
Es ahí donde el documental deja sus Good Vibrations de lado pues llegan los momentos de conflicto, ya fuera por las cuestiones del ego y del título de genio que ostentaba Brian que comenzó a romper la armonía de la banda hasta el crecimiento de los integrantes del quinteto que intentaban sacudirse la imagen buena onda y pulcra que los puso en el mapa, ofreciendo incluso un dato perturbadoramente interesante sobre Dennis y, claro, la traición máxima cometida por el padre, Murry, mientras la lucha por su identidad se exaltaba en los tiempos de cambio drástico en la sociedad y la música.
Así, Los Beach Boys conforma una pieza documental entretenida y llena de la cara más conocida de los californianos hasta los momentos más psicodélicos y bajos de su paso como banda, siendo los únicos que en su momento vivieron el denominado “fenómeno de los 8 a 80”, mostrando la ironía de una agrupación cuyo don y maldición fue siempre ser los niños bonitos que representaban ese sueño inalcanzable para varios, estigma que los terminó por hundir pero también por inmortalizar con el paso del tiempo.
Y es que, al final, como diría Brian Wilson, “la música celebra la alegría de la vida”. Marshall nos recuerda eso, que más allá de los tiempos oscuros que vivieron, las demandas e incluso de la falta de adaptación que enfrentaron con sus composiciones, los Beach Boys siempre crean esa sensación de alegría con temas tan icónicos como “God only knows” o “Wouldn’t it be nice”, pero sobre todo, nos recuerda que su historia es la de una familia unida ante todos los retos cuyo legado más importante quedó en sus canciones.
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