Salvo que algo extraordinario suceda, en la elección presidencial estadounidense competirán Joe Biden y Donald Trump. La declinación de Nikki Haley ante el avasallador triunfo de Donald Trump despejó cualquier incertidumbre sobre la nominación republicana y, salvo alguna cuestión judicial que le impida competir, el expresidente norteamericano estará en las boletas del 5 de noviembre de este año. Por su parte, tras el Discurso del estado de la Unión, el Partido Demócrata ha tomado aire después de las dudas sobre la capacidad de Joe Biden para encabezar una candidatura viable y competitiva. Lo anterior deja la mesa puesta para una elección sumamente reñida en la que algunos sus temas principales tendrán una relación directa con México, su gobierno y las políticas de migración y combate al tráfico de fentanilo, convirtiendo a nuestro país es escenario indirecto de la contienda.
A ocho meses de distancia, la mayoría de las encuestas muestran una ventaja de Trump sobre Biden, lo que puede explicarse por el rechazo provocado por algunas políticas del demócrata. De acuerdo con una encuesta levantada por ABC News e Ipsos los días 8 y 9 de marzo, dos terceras partes de los norteamericanos desaprueban la manera en la que el presidente de aquel país ha manejado, entre otros asuntos, la situación migratoria y de manejo de la frontera, lo cual se corresponde con una valoración positiva de Trump en este mismo tema. Lo anterior hace suponer que, amén de la necesidad de atender otros asuntos como la inflación y el manejo interno de la economía, así como el papel de Estados Unidos en el conflicto entre Israel y Palestina, la migración y el tráfico de drogas serán dos asuntos que deberán de ser abordados y resueltos por el actual gobierno si Biden desea remontar en las preferencias electorales.
Ambos asuntos, migración y tráfico de drogas, pueden ser atendidos por el gobierno norteamericano mediante dos estrategias. Por un lado, Estados Unidos puede presionar a México mediante estrategias de tipo comercial o arancelario que obliguen a nuestro gobierno a adoptar medidas que contengan los flujos migratorios, así como a implementar mecanismos de combate a la delincuencia organizada para reducir, en la medida de lo posible, el tráfico de fentanilo hacia al país vecino. Por otra parte, de forma menos amistosa pero quizá más efectiva para impactar en la percepción pública del electorado estadounidense y lograr una reacción más proactiva del gobierno mexicano, la contraparte norteamericana puede hacer uso de recursos como filtraciones o escándalos mediáticos que coloquen a ciertos personajes públicos mexicanos en situaciones complejas y comprometedoras. Si hubiera que apostar por cual de los caminos planteados es más probable que tome el gobierno estadounidense, sin duda sería este último.
Con la campaña presidencial mexicana en marcha, la elección norteamericana jugará un papel fundamental en lo que aquí suceda. Señalamientos directos desde distintas agencias gubernamentales, declaraciones de testigos protegidos, documentos filtrados a la prensa nacional e internacional, grabaciones de conductas delictivas cometidas por funcionarios o personajes de militancia morenista, e incluso detención de actores cercanos al círculo del poder, figuran entre las estrategias que el gobierno de Joe Biden y su cuarto de guerra seguramente están considerando. Ello, naturalmente, podría generar una cascada de efectos en el desarrollo de la campaña presidencial en México que, incluso, incida en el resultado de la contienda.
Desde hace varios años corre entre un sector de la oposición la tesis – aderezada con notas de expectativa y esperanza – de que la manera más efectiva de impedir el triunfo de Morena en las próximas elecciones es a partir de la intervención del gobierno norteamericano. Si bien ello lo anterior constituiría un agravio a nuestra soberanía, por razones de estrategia del equipo de Joe Biden, hoy es posible e incluso probable que ello suceda. De venir el golpe o el escándalo, ello no será parte de una ‘cruzada’ norteamericana por la democracia, sino de una maniobra electoral para buscar reposicionar a un candidato de aquel país. El efecto para México, sin embargo, será contundente.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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