Seis de cada 10 ciudadanos refrendaron en las urnas el predominio de Morena y sus aliados. Tres de cada 10, respaldaron a la oposición en el Congreso. Con los legisladores que alcanzará la coalición gobernante podrá modificar cualquier ley pero no la Constitución, a menos que en la asignación de plurinominales prevalezca la interpretación que le conviene a la llamada 4T.
Los resultados del 2 de junio son un terremoto político. El triunfo de Claudia Sheinbaum no fue sorpresa. Sí lo fue el amplísimo margen de más de 30 puntos con el que superó a la candidata de la oposición. La gran mayoría de los mexicanos que fueron a votar no considera que el Ejecutivo deba tener contrapesos. Optaron por una presidencia fuerte, con capacidades amplísimas, a sabiendas de que se propone cercenar los equilibrios institucionales que establece la Constitución.
Los 35.9 millones para la hoy inminente presidenta electa significaron el 59.7%, frente a 16.5 millones (27.4%) de Xóchitl Gálvez. Jorge Álvarez Máynez obtuvo 6.2 millones, el 10.3%. En 19 estados, la votación por Sheinbaum fue superior al 60%: Tabasco 80.5%, Oaxaca 76%, Quintana Roo 73%, Guerrero 71.6%, Chiapas 71.5%, Tlaxcala 69%, Hidalgo 67%, Baja California 66.6%, Sinaloa y Veracruz 66%, Puebla 65%, Sonora 64%, Morelos 63% y Nayarit 63%, Tamaulipas 62.3%, Campeche 61%, Estado de México 60.6%, San Luis Potosí 60.5%, Yucatán 60.7%. La coalición oficial ganó 7 de 9 gobiernos estatales que se encontraban en juego, incluyendo la Ciudad de México.
La catástrofe en la salud pública, los 300 mil muertos por negligencia del gobierno en la pandemia, las 200 mil víctimas de la violencia en estos años, la corrupción de tantos cercanos al presidente… nada de eso melló sustancialmente el liderazgo de López Obrador. Lejos de castigarlo con el voto, como algunos quisimos suponer que ocurriría, la mayor parte de los ciudadanos decidió soslayar esos desmanes e incompetencias y prefirió apoyar a un liderazgo sólido, que le dé certezas aunque sean pocas, que algo provea aunque no sea suficiente.
Pocas ciudades han sufrido tanto recientemente como Acapulco, azotado por el huracán Otis hace menos de 8 meses. La negligencia del gobierno, que ignoró las advertencias metereológicas, fue ampliamente demostrada. Pero el 80% de los habitantes de Acapulco votaron por la candidata del gobierno.
El carro casi completo que obtienen AMLO y Morena es resultado de la resignación, más que de la esperanza. La mayor parte de los mexicanos recela de la pluralidad y, evidentemente, rechazó el esfuerzo de la oposición para ser una alternativa.
35.9 millones respaldaron a Sheinbaum pero, de ellos, 3.1 millones no votaron para el Senado por Morena, PVEM o PT. Para la Cámara de Diputados, esos partidos recibieron 32.3 millones de votos; es decir, 3.6 millones de quienes votaron por Sheinbaum para la Presidencia no lo hicieron, para esa Cámara, por los partidos que la postularon.
Al mismo tiempo, en las elecciones para el Congreso, por los partidos del frente opositor votaron más ciudadanos que por Xóchitl Gálvez. Ella recibió 16.5 millones de votos. PAN, PRI y PRD, uno por uno o coaligados, tuvieron 17.8 millones para el Senado y 18 millones para la Cámara de Diputados. En otras palabras, 1.3 millones de ciudadanos en un caso, y 1.5 millones en el otro, prefirieron respaldar a la oposición para el Poder Legislativo y no en su candidatura presidencial.
Esas cifras confirman que, al hacer un sufragio diferenciado, varios millones de mexicanos quisieron propiciar la diversidad en el Congreso. Morena y sus aliados recibieron el 55.17% de los votos para el Senado y el 54.74% para la Cámara de Diputados. Tienen una enorme mayoría. Pero no alcanzan la mayoría calificada si se cumple el artículo 54 de la Constitución, que indica que ningún partido puede tener más del 8% de representantes por encima de la votación que recibió. Morena y sus defensores dicen que la Constitución se refiere a partidos y no a coaliciones pero, cuando esa disposición fue establecida, la ley consideraba a las coaliciones como si fueran un solo partido.
En agosto el INE tendrá que asignar las posiciones legislativas por el principio de representación proporcional. Si su Consejo General se apega a la Constitución, reconociendo que la regla del 8% es para todas las fuerzas políticas, Morena y aliados no alcanzarán la mayoría calificada que les permitiría reformar la Constitución. Si los consejeros del INE (y luego el Tribunal Electoral que revisará esa decisión) se muestran aquiescentes con la coalición gobernante, le regalarán una sobrerrepresentación que los ciudadanos no le dieron en las urnas. Con ello Morena podría desfigurar la Constitución e imponer el llamado Plan C, de acuerdo con los intereses de López Obrador.
El 2 de junio cristalizó el largo proceso de ilegalidades y excesos que el gobierno desplegó para favorecer a sus candidatos. La elección estuvo dominada por el miedo, con amenazas para retirar programas sociales si no ganaba Morena o, peor aún, con la presencia del crimen organizado en algunas zonas. Más de 20 mil activistas, llamados Siervos de la Nación y pagados con nuestros impuestos, hicieron proselitismo durante años. Ante la propaganda del gobierno, lo mismo en las calles que en las cotidianas peroratas del presidente y que desatendió las inocuas amonestaciones del INE, las campañas fueron inequitativas. Los medios, en su gran mayoría, se rindieron ante el partido oficial y su candidata. Pero junto con todo eso, ahora es evidente que una extensa mayoría de ciudadanos prefiere la continuidad y ha querido que Claudia Sheinbaum sea presidenta.
Los programas sociales son importantes en la solidificación de ese apoyo, pero no necesariamente propiciaron votos forzosos. Entre quienes fueron a las urnas el 56% son beneficiarios de esos programas. De acuerdo con la encuesta de El Financiero a la salida de casillas, de ellos, el 69% votó por Sheinbaum y el 23% por Gálvez. Es decir, no todos los favorecidos con esas transferencias de dinero respaldaron a Morena. De quienes no son beneficiarios de tales programas, el 49% votó por Sheinbaum y el 37% por Gálvez.
El descrédito de las oposiciones tuvo algo que ver. Pero, sobre todo, la votación indica que para la mayoría de los mexicanos la democracia debe estar al servicio del poder y su consolidación y no de la pluralidad y las libertades.
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